sábado, 4 de noviembre de 2017

Los que ya se fueron

No escribí hace una semana porque tuve la genial idea de inscribirme a una carrera de siete kilómetros a las ocho de la noche y pues... rip me. Sobreviví pero mi cuerpo parecía como que moría. Al final sí me sobrepuse con algunas dolencias en lugares que no se suponía que debían doler pero :)

Acaba de pasar jalogüin y día de muertos. En vez de ilustrarlos con detalles escabrosos de cómo viví esas dos fiestas, quisiera mejor en su lugar hablarles de otra cosa que creo importante. No sólo porque esta última semana me resultó sumamente difícil -viví otro episodio de tristeza psicótica e irracional- y además me pasaron cosas culeras que podrían justificar mi depresión, pero no quiero hablarles de eso porque creo que mientras más lo reprimo mejor me siento QUE YA SÉ QUE NO ES UN MECANISMO DE DEFENSA SALUDABLE PERo es lo que hay, so ni modo.

Bueno, pero igual el tema de hoy es medio triste. Ayer fui a ver Coco y lloré como la gran ñoña mega sensible que soy, incluso cuando intenté luchar contra las lágrimas, ahí estaba la prueba irrefutable de que mi carácter es una chingadera. Pero bueno.

Y es que en la película se tocan temas que me resultan sensibles y complejos, frágiles, todavía me siento vulnerada por lo que he tenido que pasar estos últimos años. ¿Crecer es así?, siempre me pregunto. ¿Despedirse de las personas? Y eso cuando eres privilegiado y puedes darte ese lujo, a veces las personas se van de la nada y creo yo que eso es mucho más culerísimo.



No voy a abrir la llave de la tristeza y les escribiré largo y tendido sobre mis reflexiones de la muerte de nuestros seres queridos. Oigan, no. Si fuera cualquier otra persona tal vez podría pero mi corazón es muy frágil ante esa cuestión y aunque según yo me hago la fuerte, me desmorono con una facilidad que pareciera ser que estoy hecha de mazapán.

No quiero entristecerlos, porque siempre que toco estos temas es como si pintara todo de color azul melancólico. Es sábado y es muy temprano, así que no es mi pretensión lastimarlos en sus sentimientos.


El día siguiente de que te fuiste sentía un hueco. No en mi estómago, ni dentro de mi cuerpo. Sentía un hueco, pero en el aire, en el mundo, en mi vida. Sabía que el sol estaba allá arriba iluminándonos y todo eso. Sabía que el viento corría por los pasillos, frío y silbante. Sabía que las personas fuera del velorio estaban haciendo sus vidas, completamente ajenas a lo que sucedía. Sabía que el mundo seguía rotando, seguía girando y que todo estaba en su lugar y por alguna extraña razón yo me sentía súper incómoda.

Me dije a mí misma que era el duelo, que quizás dentro de un tiempo pasaría y todo regresaría a su cause, otra vez podría ver al mundo como alguna vez lo vi.  Han pasado casi tres años desde que te fuiste y yo sigo con este vacío en la existencia, no puedo volver a lo que era, el mundo no es igual. No siento mi lugar aquí en absoluto cómodo, tranquilo, pacífico. No me siento bien... 

pero estoy bien. ¿Tiene sentido?



No me siento lo suficientemente triste como para quedarme devastada en mi cama y ver el techo por horas. No me siento lo suficientemente bien como para salir al mundo a luchar como una prra mala como yo debe salir a luchar. Me siento como a la mitad. Con los pedazos de lo que se rompió cuando te fuiste cargo cada día y con cada paso que doy me hiero en las profundidades, los pedazos de mi corazón se clavan en mis pulmones, chocan contra otros órganos, me arañan las venas, me envenenan la sangre. Me duele, me duele mucho.

Pero no lo suficiente como para morir, incluso cuando el dolor es agonizante sé que al día siguiente me voy a levantar, y voy a mover las piernas y voy a abrir la boca y voy a sentir hambre y voy a bañarme y voy a seguir "viviendo".
Pero duele.

Más que dolor, es también incomodidad. Es sentir el vacío aún cuando tienes los brazos llenos. No sé cómo explicarlo, porque a veces ni siquiera yo sé qué me está pasando. Por momentos me calmo un chingo a mí misma y me digo que todos nos vamos a morir, que para allá también voy, que no estamos destinados a quedarnos aquí... y a veces me la creo y me hace sentir un poquito mejor, un poquito más a la que era yo.

A veces no pasa y la desesperación que se acumula en mi interior sale a caudales de palabras necias y tristes y deseos de no sentir nada, de ya no estar consciente.



Y, omg, ya sé que es muy egoísta pensar en el suicidio cuando me siento así, cuando sé que no soy la única que sufre desde que te fuiste y cuando sé que también habría gente que se sentiría muy triste si me muero mañana. 
Pero no puedo evitar pensar así ni sentir así.


Sé que no es muy útil ni nada por el estilo. También sé que a ti no te gustaría verme así, derrotada y devastada comiendo galletas y dejando migajas por toda mi cama. Lo sé, lo sé, lo sé. ¿Saberlo es suficiente como para cambiar mi conducta? Maldita sea, no.

No, no, no.

Y me he embriagado para olvidar esa tristeza, y para sentirme feliz. Y tomo pastillas para dormir mejor por las noches, para no soñar. Y hago miles de cosas con el único propósito de cansarme lo suficiente como para en el primer momento de recostar mi cabeza en la almohada caer dormida y no pensar. Y busco compañía de mis amigos y luego los rechazo y me aíslo.  Y la vida parece una cadena de eventos uno más traumático y solitario que el anterior.

Y...
Eso es crecer, ¿No? Así se siente, al menos.




Al final del día, lo que siento por ti y lo que pienso de ti no cambia ni disminuye ni un milímetro. 
Sigo creyendo que eres la primer y única persona que ha creído en mí ciegamente desde que tenía siete años.
Sigo creyendo que eres la única persona que podía entender lo que realmente soy, aún sin yo tener la necesidad de explicarlo.
Sigo creyendo que eres la única persona en el mundo que me quería por como soy, al menos por como solía ser y que no me pedía a cambio nada.

Y sigo creyendo que serás la única, en este mundo y en este plano existencial, que tendrá todo ese amor y fe en mí.



Por mi parte, queda salir al mundo a hacer mi trabajo, a buscar personas que quieran unirse a mi lucha, que crean en lo que hago. Me queda salir a vivir lo que tengo que vivir, y a crecer y a aprender y esas cosas que se hacen. Dedicarme a lo mío, sacarle provecho a lo que tengo y arriesgarme a ser quién realmente soy y hacer lo que realmente quiero hacer...

Y regresar, cada noche a mi cuarto, acostarme en mi cama y pedirte con mi pensamiento que no me dejes sola, ni siquiera ahora que ya te fuiste.




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