No sé ni cómo empezar esto.
Supongo que iniciaré pidiendo una disculpa por ser tan pinche irresponsable y poco profesional. Apenas van tres semanas del año y ya les fallé miserablemente. Soy la peor basura de la humanidad. Desconsiderada, egoísta y con problemas de autoestima.
Debería darles una justificación pero en realidad los asuntos que me privaron de escribir fielmente cada semana ni siquiera se pueden entender como razones. No vengo a mentir con pretextos que nadie me va a creer.
La verdad es que el viernes salí con mis amigas de la carrera, me embriagué tanto que perdí el control y pues aquí estoy, escribiendo un sábado,
Es un poco injusto decir que "me embriagué tanto", porque no es muy cierto. No me embriagué a tal punto del no poder caminar o terminar vomitando mientras bailo. No me ha pasado eso desde hace mucho tiempo.
Pero sí perdí un poco el control en el sentido de que me mareé tanto que sí anduve vomitando algunas veces y luego me desmayé un poco. No respondí mensajes, no avisé a nadie que ya había llegado a casa sana y salva.
Creo que no importa la cantidad de lo que haya tomado. El asunto aquí es que siempre que tomo se me va la cabeza y termino arruinándolo todo. O sea, es que neta en buena onda. ¿Me odiaré tanto? Sí, creo que sí.
A diferencia de lo que se cree, yo pienso que el alcohol no te convierte en alguien más. Creo que sólo saca a relucir lo que realmente eres y eso sólo significaría una cosa: Sé que paso mucho tiempo burlándome y criticándome un montón pero entonces el aparente aborrecimiento que siento hacia mí misma es más profundo y creo que debo estar preocupada y atenderme lo más pronto posible.
*suspira*
Cada vez que tomo, no importa con quién sea, no importa dónde esté, no importa en absoluto nada, termino jodiendo alguna parte de mi vida. Y con ello, arrastro a más de uno a mi círculo infernal privado.
Turbo no está bien.
¿Cómo es que llegué hasta este punto? ¿Cómo es que me permito existir en este infinito loop de autodestrucción?
Bueno, he pensado en muchas respuestas a esas preguntas. Si me conocen de un poco, una de mis características más obvias es que soy bien preguntona. Me cuestiono casi todo y pues, la verdad es que la curiosidad mató al gato pero ño importa porque prefiero saber a vivir ignorante. La curiosidad es como mi manera de conducirme en el mundo y mi comunicación predilecta.
¿Cómo es que he llegado hasta aquí, vomitando madrugadas enteras, tomando sin ningún control una sustancia que sé lo nociva que es para mí, tomando decisiones que me afectan muchísimo y que estoy consciente al momento de hacerlas?
¿Cómo es que pasé de ser una niñita de siete años con deseos de volverme escritora a ser una niñita de veintiún años, en sólo calzones y una blusa de tirantes, con la cabeza en el excusado metiéndome el dedo en la garganta porque no aguanto ni un momento más las náuseas?
¿Cómo es que pasé de querer ser una súper heroína para salvar a todos los que quieran ser salvados a ser alguien que necesita ser rescatada de sí misma?
¿Cómo es que pasé de ser alguien que juró jamás embriagarse por el asco que me producían los adultos borrachos a ser un adulto borracho?
¿Cómo es que me convertí en algo que desprecié y temí la mayor parte de mi vida?
Siempre he sido alguien muy sensible y triste por naturaleza. Escribir ha sido suficiente para mí, para no tirarme de un puente. Escribir ha sido lo que me ha salvado.
Ahora, hay momentos en que escribir no me sana del todo. Necesitaba encontrar otra cosa. Algo que me nublara un poco, algo que me diera el permiso de no sentir como que todo se iba a ir al caño.
Algo que me permitiera salir de mi cabeza unos momentos. Algo que me diera un poco de paz interna.
La primera vez que tomé -y me puse ebria af- fue una semana y media después de que mi tío fav falleciera.
Fui con dos amigos a un bar y terminé tan ebria que vomité por todo el pasillo, Diego tuvo que sacarme arrastrando y me quedé dormida en el asiento trasero de su coche.
A partir de ello, como que una parte de mí comprendió que al menos durante esa noche, durante esas horas, el mareo me tenía tan desorientada que olvidé lo triste y devastada que me sentía.
Suena a una historia muy triste, ahora que lo pienso.
No tomo cuando estoy triste o cuando estoy feliz. Tomo cuando escribir ya no me sana. Tomo cuando la vida me parece excesiva.
Bastante malas razones para tomar.
Alcoholismo, pues. Alcoholismo a mis veintiún años. Alcoholismo cuando tengo una hermosa familia conmigo. Alcoholismo cuando tengo amigos leales. Alcoholismo cuando tengo un sueño que me mantiene viva por dentro. Alcoholismo cuando tengo una dirección.
Alcoholismo cuando aún tengo un corazón roto, cargando a cuestas, desde hace casi dos años.
SUENA MUY TRISTE.
Prometo que no lo es.
No estoy triste todo el tiempo.
A mí ni siquiera me gusta el alcohol. Quiero decir, no tomo cualquier cosa. No lo tomo en estado puro.
Pero, ya saben, a veces ocupo atontarme un rato. No estar escuchando mis pensamientos que parecen gritos en la oscuridad.
Desconectarme un rato.
Y cuando lo hago, termino metiendo la pata.
Pago muy caro esto de tomar.
Si sigo a este ritmo voy a quedarme sin nada con qué pagar. ¿Y vale la pena? No. No la vale.
He tenido mucha suerte.
He andado ebria en transportes públicos sola. He andado en calles oscuras ebria sola. He llegado a mi casa por mi cuenta estando ebria.
He sido cuidada por manos comprensivas y leales de buenos amigos y familiares que han sabido impedir mi muerte temprana.
No siempre voy a tener la misma suerte y también debo entender, por Dios, vivo en México aquí ni siquiera es necesario estar en medio de la madrugada en estado inconsciente para que me maten o me hagan algo peor.
He sido muy imprudente.
He sido desconsiderada.
He sido egoísta.
Pero ya me cansé de todo eso. De arruinarme la vida. De joder a los demás. Ya.
Estoy a tiempo de volver la vista y ver de dónde he venido, hasta dónde he llegado y para dónde iré si sigo tomando las mismas idiotas decisiones.
Estoy a tiempo, estoy consciente de lo que falla en mí, estoy consciente de que necesito pedir ayuda, estoy consciente de que sé que no estaré sola durante el proceso.
Estoy a tiempo de detener esta transformación, de dejar que esta oscuridad y vacío me consuman. Estoy a tiempo de abrazar a la Mariana de siete años y decirle que todo va a estar bien.
Estoy a tiempo de hacer las paces conmigo misma.
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