sábado, 14 de octubre de 2017

Una historia de terror

Bien dice mi hermana que no confíe en nadie, ni siquiera en mí misma y yo siempre me había reído de esa creencia tan huraña y misántropa, pero comienzo a pensar que quizás tiene más razón de la que alguna vez le he adjudicado. 

Y, es que, cuando hay jóvenes auto-destructivos, una casa sola y alcohol de por medio, ¿Qué tanto de mal puede ser convocado ahí? Les prometo, mis amigos suelen ser buenas personas. Cierto que no son muchos los que tengo, apenas y podría decir que son cinco o seis personas. Cierto que la mayoría de ellos son heterosexuales. También cierto que tengo más amigas que amigos. Y súper cierto que a todos los conozco desde hace años, casi desde la mitad de mi vida así que la confianza y el amor que puedo profesar por cada uno de ellos es incondicional, eterno y especial. Soy muy dada a regalar pedazos de mi alma a mis amigos. Para mí, no hay nadie como ellos y soy muy afortunada de tenerlos a mi disposición y que ellos me tengan a mí.

El problema no empieza cuando el tonayán hace de las suyas o cuando hay secretos de por medio que salen a borbotones de los labios secos de un borracho en medio de la noche. El problema no es que me esconda en los baños para mezclar pastillas y alcohol. El problema no es que se quieran esconder de lo que son, o revelen realmente ser quiénes desearían ser y no pueden.

El problema viene cuando rompen esa confianza con acciones que no corresponden a lo que dicen y juran y admiten y me recuerdan hasta el cansancio.



La historia va así:

Sería el cumpleaños #23 de una de mis mejores amigas, a quién conozco desde los catorce años más o menos -casi la mitad de mi vida- y yo quería organizarle algo, así que le pedí a otra súper amiga en común que nos prestara su casa para llevar a cabo una pequeña reunión. Nada grave. Pizza, quizás un pastel, un par de botellas, música, anécdotas y las bromas usuales, los mismos amigos de siempre... y fue así.

Pero el día no comenzó bien desde el momento en que el puto cajero de mierda de bancomer se tragó mi tarjeta cuando yo, que ya iba retrasada a mi destino, tenía que sacar dinero para ir a comprar algunos souvenirs. Me quedé colgada al teléfono intentando bloquear mi tarjeta y explicar lo sucedido para que me dieran una solución. Le pedí dinero prestado a mi mamá y al final ella y mi papá terminaron por llevarme a mi destino, donde pasaría un amigo en común -y algo así como el ex de la cumpleañera BUT WHO CARES, TODOS SON MIS AMIGOS- y otro de mis mejores amigos.

Llegué casi una hora tarde pero ellos me esperaban ahí en la camioneta blanca. Subí mis cosas y me fui con ellos a la casa de mi amiga para preparar lo que se debía preparar. Una vez hecho todo y ya que estábamos todos, empezamos a tomar. Uno de los invitados llevó tonayán, caribes, smirnoff, refresco y boss y yo había llevado refrescos y vodka también. Las pizzas tardaron en llegar pero cuando llegaron todos comimos de buena gana, aunque a algunos ya se nos notaba el estado de ebriedad -contándome, ya saben que a mí se me sube súper rápido, este cuerpo no aguanta ni madres-

Uno de mis mejores amigos en la vida, al menos que así lo veía yo, empezó a comportarse de manera muy extraña. Estaba insistiendo en que quería tocarme, torpemente acercaba su mano para subirme la blusa o bajarme la falda. Al principio como que pensé que estaba jugando porque además cabe resaltar que este amigo en cuestión carga su reputación como un orgulloso y talentoso hombre homosexual, así que el hecho de que él pudiera estar interesado en tocarme a mí, una mujer cisgénero, iba más allá de lo absurdo, pero al final pensé que en realidad la sexualidad es un espectro y bueno, pero eso es otro tema.

Luego esas "bromas", esos acercamientos inocentes se volvieron violentos. Realmente estiraba su mano hacia mí con la intención de tocarme, me abrazaba, se sentaba en mis piernas, perreaba en mi hombro o me ponía el pene en la cara -obvio con la ropa puesta-
Su agresión, esa desesperación porque lo dejara hacer lo que quería hacer conmigo se hizo cada vez más evidente. Yo estaba como trababa. Era obvio que estaba ebrio, no sabía cuánto, pero estaba muy mal. El tipo jamás en mi vida se había intentado propasar conmigo, ni tomar ventaja de mí, ni siquiera cuando hace alrededor de cinco o seis años le confesé que me gustaba.

Eso había sido hace cinco o seis años, y yo en ese tiempo había cambiado. Dejó de gustarme, naturalmente, y yo me fijé en otras personas, inicié relaciones con otras personas y seguí con mi vida, al igual que él conoció a otras personas y se enamoró de otras personas.

Pero esa noche pareció dejar de importar que nuestra amiga cumplía 23 años, sino que ahora parecía que todo se trataba de él, su ansiedad por tocarme sexualmente y lo que había sucedido hace tiempo. 

"Eso ya pasó hace mucho tiempo", le dije en frente de todos cuando mi amigo me encaró diciendo que "si bien que te gusta" cuando le pedí que me dejara en paz.

Tales fueron sus ataques, su agresividad, que la dueña de la casa se metió a defenderme y le preguntó que por qué la traía contra mí.

Mi amigo, arrastrando las palabras, logró articular un muy perturbador "porque se me antoja".

OKAY, SE TE ANTOJA QUÉ, PINCHE CULERO.

Yo ya no estaba ebria, ni me sentía festiva ni me sentía cómoda. Estaba sobria, muy sobria, y me sentía horrorizada y me sentía vulnerada y me sentía humillada, quería salir corriendo de ahí pero estaba como trabada.
Los demás también estaban como que extrañados, trabados, en shock. Nadie podía creer que el comportamiento tan errático, tan violento y abusivo como ese saliera a relucir en este amigo.


Estaba a nada de ponerme a llorar cuando se me ocurrió llamar a mi mamá y pedirle que me recogiera. Al cabo de media hora así fue y cuando ya estaba recogiendo mis cosas, luego de que éste amigo en particular cayera desmayado y se hubiera vomitado por todo el suelo, tuve que explicar por qué me iba.

Me molestó porque, DE VERDAD ME ESTÁN PREGUNTANDO POR QUÉ ME VOY TAN TEMPRANO, PRROS???

Y me molestó más porque en realidad no hice gran cosa por defenderme. Intenté esquivarlo, decirle que me dejara en paz, tener paciencia porque estaba ebrio, quitármelo de encima no fue tan sencillo. Hubo un momento en la noche en que alcanzó a tocar mi pecho derecho y lo único que pude hacer fue pegarle en la cara. Me quedé estática. Estaba más allá del horror.


Era mi amigo. Yo pensé que lo era. Lo amaba muchísimo, confiaba en él tanto que hubiera dejado mi vida y mi muerte en sus manos, lo conocía desde hacía casi la mitad de mi vida... Y al final resultó no ser lo que yo pensé que era.
¿Qué persona haría eso?


Quise menospreciar lo que pasó al justificarlo de alguna manera por su estado de ebriedad. "Fue mala copa", como dirían algunos.
Pero cuando llegué a mi casa toda alterada y triste y humillada y le conté a mi hermana lo sucedido, ella dijo que "Si lo hizo ebrio, lo pensó sobrio".


Cuando me desvestía para meterme a bañar, el olor de su perfume seguía en mi ropa, en mi piel y me dieron ganas de llorar. Vaya manera de arruinarme el puto fin de semana a mí y a los demás, pero más a mí.
Me fui a la cama deseando que al día siguiente le diera una cruda de esas que te hacen replantear el suicidio.


Y cuando desperté, tenía varios mensajes suyos "disculpándose". No se acordaba de lo que había hecho pero que la dueña de la casa, mi amiga, le había contado. Que había sido un culero y que lo perdonara, porque él me quería mucho.

¿Lo puedo perdonar?


No lo sé.


¿Puedo volver a confiar en él?


No lo sé.


¿Podemos volver a ser lo que éramos?


No.



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