Los colores del corazón, así como los del cuerpo, son casi imposibles de esconder.
Cuando era pequeña, recuerdo que solía preguntarme porqué la gente podía llegar al punto de odiarse a sí mismos. No lo entendía. Me parecía una distopía imposible de ser concebida. Las cosas que somos y que sentimos no se pueden cambiar, lo que nos gusta o preferimos pueden conducirnos a ser de una manera, pero vernos en la necesidad de avergonzarnos por las cosas que nos pasan iba más allá de mi imaginación.
Hasta que cumplí doce años y caí en cuenta de muchas cosas.
Por aquel entonces yo iba a un club deportivo a hacer deporte (? -se puede ir a esos lugares con otros motivos, tbh- y en una de mis clases, no me acuerdo bien si fue tae kwon do o ráquetbol, que conocí a un chico. LA VERDAD ES QUE NO ME ACUERDO DE SU NOMBRE, jajaja, pero sí recuerdo cómo fue.
Era hermano mediano de una amiga mía que era como tres años más grande que yo, así que coincidimos por la clase y por mi amiga. Nos llevamos muy bien y nos la pasábamos bien. Yo tenía doce años, a esa edad no se tienen muchas preocupaciones por enamorarse y ser correspondida en ninguna manera, además, yo iba en mi camino a darme cuenta de que veía la vida un poquito diferente, así que era normal que ni siquiera estuviera interesada en cosas de esa naturaleza. Pero se dio, en este caso y empecé a desarrollar sentimientos románticos por este amigo.
Disfrutaba estar con mi amiga, pero si sabía que su hermano iba a estar con nosotras también, me turbo emocionaba y sentía que todas las mariposas monarcas se habían mudado a mi frágil estómago. No pasó mucho tiempo para que aceptara la verdad y es que este tipo me gustaba muchísimo. Era divertido, inteligente y guapo. Me trataba bien, era un rival digno para llevar a cabo nuestros torneos de deportes y me sentía súper cómoda...
Hasta que un día abrí la boca para decir su nombre cuando mis amigas me preguntaron que quién me gustaba. Apenas fui sincera, todas ellas me miraron con cara de asco.
-¡Guácala! ¿Te gusta *fulanito de tal*?- me preguntaron con sorpresa, con incredulidad, como si les estuviese diciendo que la tierra es cuadrada.
Su malestar me provocó cohibirme y aceptar mis sentimientos por él fue un poco en un tono más en voz baja.
Continuaron entonces con su desfile de todas las cosas feas que tenía este tipo. Se enfrascaron tanto en hacerme ver que el tipo no era merecedor de mi afecto que terminé sintiéndome mal, sintiéndome humillada por sentirme como me sentía.
Y diablos, voy a ser clara: Estaba hablando de un chico un año más grande que yo con un grupo de cuatro amigas heterosexuales de mi edad.
En ese momento tuve en claro que si eso, que era lo más "fácil" o más "común" que estaba experimentando, más allegado a ellas, no podían entenderlo, mi extraña fascinación con aquella chica de cabello hermoso y más encantadora elocuencia con quién compartí un verano haciendo travesuras en el mismo club deportivo, les iba a provocar arcadas.
Lo que yo sentía por él, por ella, por ellos, les daba asco a mis "amigas". Lo que yo era les daba asco.
A partir de entonces decidí guardarme todo para mí. No iba a compartir más cosas de esta naturaleza a menos que fuese cuestionada. A nadie más le iba a importar, no era asunto de nadie más, sólo mío. Me volví reservada, recelosa e insegura.
Temí que alguien más volviera a darse cuenta de lo que pudiera llegar a sentir por otra persona que no encontrara agradable y se volvieran a burlar de mí de esa manera.
Escribo esto desde mi punto de vista, lleno de privilegios, inseguridades y prejuicios. Me consta que no he pasado por la discriminación, la humillación y el dolor que muchos de mis amigos han tenido que soportar y vivir a lo largo de sus vidas. Escribo esto con la intención de que a quién le llegue, pueda inspirarse un poco y pueda sentir que no es para siempre. Nada lo es. Ni siquiera lo malo, aunque a veces se sienta como que sí.
Soy privilegiada dentro de muchos aspectos. Soy una mujer cisgénero, no conozco de cara a cara la realidad de la guerra que han de vivir las mujeres y hombres transgénero, pero comparto mis brazos y mis piernas para marchar y pelear y doy mi vida para que ellos puedan vivir la suya.
La gente puede verme y asumirme como heterosexual, como ha pasado a lo largo de mi vida, y en este punto, nadie puede molestarme por no entrar en lo estereotipado o no cumplir los famosos "roles de género". Nadie sabría los colores de mi corazón de no ser porque yo los hago públicos.
Nadie podría matarme porque se me ve la homosexualidad en la ropa, se me marca en la piel, me brilla en los ojos.
Vivo entre privilegios, si vemos bajo microscopio y vista normal cada uno de los aspectos de mi vida.
Nunca me han negado un trabajo por ser lo que soy o por cómo me expreso. Nunca nadie me ha amenazado de muerte por sostenerle la mano a alguien de mi mismo género. Nunca nadie me ha dicho que me voy a ir al infierno por haber nacido como nací.
Nunca nadie me ha intentado arreglar, no he perdido amigos debido a lo que soy y de quién me enamoro.
¿Pongo incómoda a la gente?
Oh, sí, por supuesto.
¿Hago que la gente se cuestione cosas de sí mismas o de mí misma?
Oh, PERO POR SUPUESTO QUE SÍ.
¿Cuál es el punto de la expresión si no hay alguien que presencie ese espectáculo que sólo pocos tienen el privilegio de atestiguar?
Estoy consciente también del mucho peligro que conlleva muchas veces ser como se es. Porque te consideran "enfermo", te consideran "pervertido" y te consideran "asqueroso". Porque les vas a pegar al SIDA, porque los vas a violar, porque los vas a romper. Porque tienes que estar a gusto con el cuerpo con el que naciste, porque el fin del matrimonio es tener hijos, porque a huevo tienes que estar con alguien más.
Lo sé.
Sé la mucha sangre (de arcoiris) que se ha derramado a lo largo de las décadas y siglos y que llena nuestros océanos hoy en día. El sufrimiento, la humillación, el dolor y el odio.
Pero por eso escribo esto. Para pedirte que no deslaves tus colores. Para pedirte que no los escondas. Para pedirte que estés orgulloso.
Y para recordarte:
Vales la pena, mil y una veces. Hoy, ayer y siempre valdrás la pena.
Porque no eres "anormal", ni estás mal. Porque eres único y especial, y debes ser tratadx como tal.
Porque no estás solx y nunca lo vas a estar. Mientras estemos personas allá afuera dispuestas a recibir un balazo en la cara para que un niño no tenga miedo de tomarle la mano a otro niño o para que una niña no tenga miedo de decirle a sus padres que dejen de comprarle ropa "masculina" y le compren vestidos, nunca vas a estar solx.
Porque está bien no amar a nadie de manera romántica, porque está bien amar a un hombre o a una mujer o a alguien no-binario. Porque está bien expresar lo que sientes como mejor puedas y comprendas. Porque no ofendes a nadie al besarte con alguien de tu mismo género, o alguien de diferente religión. Porque no das asco por tomarte de la mano con alguien de otra raza, ni alguien con alguna discapacidad.
Porque incluso dentro de la misma comunidad LGTBQ+ te pueden excluir, pero eres QUEER ENOUGH, seas lo que seas, te identifiques con lo que te identifiques, ames a quién ames, te vistas como te vistas.
Porque tú perteneces a un lugar. Perteneces aquí, conmigo y con él, y con ella y con ellos y con todos, en este mundo. Porque tienes tanto derecho de estar aquí como lo tenemos todos.
Porque eres valiosx.
Porque siempre lo vas a ser.
No deslaves tus colores, porque en este mundo que con cada día que pasa se vuelve más oscuro, se necesita más de un color para que la luz brille.
(Si hay algo que shippeo más que a mí misma con helado y Crazy Ex Girlfriend, es a Marceline y la Dulce Princesa )
XOXO
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