¿Saldrá algo bonito? A lo mejor. Esperemos que sí.
Dicen que la vida luego de los quince años se va en un abrir y cerrar de ojos; en ese entonces me parecía un poco exagerado, porque el tiempo para mí no me parecía ni tan amenazante ni tan cercano. El futuro era un mito urbano, un rumor a voces quedas en los pasillos que casi no recorres.
Pero sí. Sí se va todo muy rápido.
Pienso en lo que pasaba hace un año -gracias, "hoy hace..." de feisbuck- y es tan asombroso cómo todo se fue al carajDIGO cómo cambia. Todo cambia. Nada es igual, nada es para siempre. Y creo que ahí radica la belleza de lo humano. Las cosas son temporales, es por eso que significan algo, es por eso que creemos en ellas.
Pero incluso aun cuando el tiempo se mueve como ventisca en otoño, hay cosas que no nos dejan del todo. Algunos le dicen pasado, otros creen que son traumas, errores o cicatrices. Yo prefiero decirles tatuajes. Al fin y al cabo, son cosas que nos marcan y que nosotrx tenemos la opción de moldear.
Como muchos de ustedes saben -o no, porque son nuevos en este blog o porque tienen memoria de pez con alzhaimer-, estudio educación especial. Estoy súper próxima a graduarme -aunque no tanto, qué tal que dentro de un mes mis maestros deciden que estos cuatro últimos años de mi vida son una broma y no deberían dejarme ejercer como docente porque #ISuckSoBad- .Y como parte del tratado para vender tu alma a la SEP, al gobierno y a cualquiera otra de esas instituciones de Satanás, tengo/tenía que cumplir ciertas horas dando prácticas docentes intensivas. Cerca de 480 horas, más en concreto, casi un ciclo escolar.
Para bien o para mal, así fue. Con más altibajos en una montaña rusa, con sorpresas buenas y malas y otras muy malas. Con amor, con frustración y con ganas de morir, pero eso sí: Con aprendizajes por dónde se viera el asunto.
Hoy fue mi último día de dar clases. Imagínense estar ya acostumbrada a trece niñitos súper maravillosos y adorables y que también te hacían llorar sangre por dentro. Imagínense tener que estar aguantando caras largas ajenas, imagínense tener que estar poniendo en blanco los ojos cada que uno de esos adultos "profesionales" decían alguna pendejada.
¿Ya?
Bien, ahora imagínense que además de eso tuvieran que estar investigando y escribiendo un libro para titularte. Y SUMÁNDOLE el mucho miedo asfixiante que te aplastaba los pulmones cada que querías admitir que no tenías ni idea de lo que hacías.
Bueno, hoy fue el último día de estar dando clases. No de todo este proceso infernal que representa estudiar una licenciatura, pero ya de un paso a eso.
Estoy muy cansada pero al mismo tiempo me siento satisfecha, triste y alegre. Aliviada, inspirada y con ganas de escribir miles de novelas. -lmao, but i'm too lazy for that-
Siento que he crecido miles de kilómetros hacia el cielo, que mi corazón se ha ganado una nueva armadura y que mi idealismo sólo se vuelve más lógico con el pasar de las semanas y meses.
Estoy agradecida en infinito por Diosito y la vida, Buda y mi magia, que han sabido acomodarme en un buen lugar. Esas cosas no se van, incluso cuando yo me queje amargamente de todo lo horrible que pude haber vivido, incluso cuando me da dolor de cabeza tener que sonreírle a esas personas que fueron groseras conmigo.
Últimamente me ha dado por pensar en este dude de quién ya tengo rato que no escribo porque me prometí a mí misma que ya no iba a escribir ni a desgastarme por él porque no lo merece ni a mí ni a mi energía ni mis letras, o sea what the fuck, Mariana, tú lo dejaste.
Pues sí. Lo dejé (para variar, otra vez) por allá de mediados de abril. Y ya es junio. No he sabido nada de él desde entonces y para mi bienestar emocional es mejor así. De querer saber de él, algo le habría dicho para que me detuviera o para que supiera que regresaría.
No fue así.
En silencio y sin alguna discusión previa, simplemente fue como si ese interruptor dentro de mi cabeza se encendiera y todo tuvo sentido. Tenía que dejarlo.
Ya saben este cuento que aparentemente no tiene fin ni continuación alguna. Es ir y venir, caer en lo mismo, sentir que me enamoro a lo idiota, pelear, llorar y terminar pensando a las dos y media de la madrugada que mi vida estaría mejor si no lo hubiera conocido.
Lmao, la vida no puede ser así, ¿Verdad? Me niego a pensar que algo sano y constructivo, algo "real" es así, se siente así, se ve así.
Porque no, qué horror.
Por mientras y estoy consciente de ello, intento vivir a pesar de eso. Sigo con mi vida. Estudio, hago mis asuntos de la escuela. Me preocupo por mi familia, salgo con mis amigos. Me embriago en la soledad de mi casa, escribo en esas noches que parecen infinitas y paso mi tiempo libre escuchando música triste y leyendo novelas raras.
Sigo enamorándome de otras personas, sigo atrayendo a otras personas, sigo conociendo a otras personas.
Pero, ya saben, no se va del todo. A veces la música me habla de él o a veces lo sueño. Ya no tengo con quién hablar de esto porque para mis amigos está muerto. Y mi amor por él, para mí, está congelado, en pausa, en coma, al borde de un suicidio histérico y desesperado. Pero sigo bien, ¿Me entienden?
Es como ese miembro que sientes que pulsa incluso cuando sabes que te lo acaban de amputar.
(jajaja súper creepy mi analogía but you know what I mean)
He decidido, entonces, que soy muy joven para angustiarme así, de esta manera. Quiero decir, tengo tanto por hacer y tanto por vivir. Tanto por escribir, tanto por aprender y tanto por bailar...
Detenerme por coincidencias, -que así se inició el mundo, tbh, pero ni modos- es muy latoso.
Voy a dejar soltar lo que tenga que irse. Lo que no se vaya, es bienvenido. De alguna manera sé que puedo hacerle hueco en mi corazón -es muy grande- y podremos convivir todos juntos como fantasmas efímeros atados a una misma dimensión y línea temporal.
Esas cosas que no se van, hay que aprender a abrazar.
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