viernes, 9 de junio de 2017

Esas cosas que no se van

Recién hace unas horas terminé mi trabajo de prácticas docentes intensivas y fui a ver Wonder Woman, así que vengo un poco más que inspirada. Me siento en una licuadora de emociones, esperando triturarme y mezclarme en la espera de que algo bonito salga.

¿Saldrá algo bonito? A lo mejor. Esperemos que sí.


Dicen que la vida luego de los quince años se va en un abrir y cerrar de ojos; en ese entonces me parecía un poco exagerado, porque el tiempo para mí no me parecía ni tan amenazante ni tan cercano. El futuro era un mito urbano, un rumor a voces quedas en los pasillos que casi no recorres.
Pero sí. Sí se va todo muy rápido.

Pienso en lo que pasaba hace un año -gracias, "hoy hace..." de feisbuck- y es tan asombroso cómo todo se fue al carajDIGO cómo cambia. Todo cambia. Nada es igual, nada es para siempre. Y creo que ahí radica la belleza de lo humano. Las cosas son temporales, es por eso que significan algo, es por eso que creemos en ellas.



Pero incluso aun cuando el tiempo se mueve como ventisca en otoño, hay cosas que no nos dejan del todo. Algunos le dicen pasado, otros creen que son traumas, errores o cicatrices. Yo prefiero decirles tatuajes. Al fin y al cabo, son cosas que nos marcan y que nosotrx tenemos la opción de moldear.

Como muchos de ustedes saben -o no, porque son nuevos en este blog o porque tienen memoria de pez con alzhaimer-, estudio educación especial. Estoy súper próxima a graduarme -aunque no tanto, qué tal que dentro de un mes mis maestros deciden que estos cuatro últimos años de mi vida son una broma y no deberían dejarme ejercer como docente porque #ISuckSoBad- .Y como parte del tratado para vender tu alma a la SEP, al gobierno y a cualquiera otra de esas instituciones de Satanás, tengo/tenía que cumplir ciertas horas dando prácticas docentes intensivas. Cerca de 480 horas, más en concreto, casi un ciclo escolar.

Para bien o para mal, así fue. Con más altibajos en una montaña rusa, con sorpresas buenas y malas y otras muy malas. Con amor, con frustración y con ganas de morir, pero eso sí: Con aprendizajes por dónde se viera el asunto.

Hoy fue mi último día de dar clases. Imagínense estar ya acostumbrada a trece niñitos súper maravillosos y adorables y que también te hacían llorar sangre por dentro. Imagínense tener que estar aguantando caras largas ajenas, imagínense tener que estar poniendo en blanco los ojos cada que uno de esos adultos "profesionales" decían alguna pendejada.
¿Ya?
Bien, ahora imagínense que además de eso tuvieran que estar investigando y escribiendo un libro para titularte. Y SUMÁNDOLE el mucho miedo asfixiante que te aplastaba los pulmones cada que querías admitir que no tenías ni idea de lo que hacías.

Bueno, hoy fue el último día de estar dando clases. No de todo este proceso infernal que representa estudiar una licenciatura, pero ya de un paso a eso.

Estoy muy cansada pero al mismo tiempo me siento satisfecha, triste y alegre. Aliviada, inspirada y con ganas de escribir miles de novelas. -lmao, but i'm too lazy for that-

Siento que he crecido miles de kilómetros hacia el cielo, que mi corazón se ha ganado una nueva armadura y que mi idealismo sólo se vuelve más lógico con el pasar de las semanas y meses.

Estoy agradecida en infinito por Diosito y la vida, Buda y mi magia, que han sabido acomodarme en un buen lugar. Esas cosas no se van, incluso cuando yo me queje amargamente de todo lo horrible que pude haber vivido, incluso cuando me da dolor de cabeza tener que sonreírle a esas personas que fueron groseras conmigo.




Últimamente me ha dado por pensar en este dude de quién ya tengo rato que no escribo porque me prometí a mí misma que ya no iba a escribir ni a desgastarme por él porque no lo merece ni a mí ni a mi energía ni mis letras, o sea what the fuck, Mariana, tú lo dejaste.

Pues sí. Lo dejé (para variar, otra vez) por allá de mediados de abril. Y ya es junio. No he sabido nada de él desde entonces y para mi bienestar emocional es mejor así. De querer saber de él, algo le habría dicho para que me detuviera o para que supiera que regresaría.
No fue así.
En silencio y sin alguna discusión previa, simplemente fue como si ese interruptor dentro de mi cabeza se encendiera y todo tuvo sentido. Tenía que dejarlo.

Ya saben este cuento que aparentemente no tiene fin ni continuación alguna. Es ir y venir, caer en lo mismo, sentir que me enamoro a lo idiota, pelear, llorar y terminar pensando a las dos y media de la madrugada que mi vida estaría mejor si no lo hubiera conocido.

Lmao, la vida no puede ser así, ¿Verdad? Me niego a pensar que algo sano y constructivo, algo "real" es así, se siente así, se ve así.
Porque no, qué horror.

Por mientras y estoy consciente de ello, intento vivir a pesar de eso. Sigo con mi vida. Estudio, hago mis asuntos de la escuela. Me preocupo por mi familia, salgo con mis amigos. Me embriago en la soledad de mi casa, escribo en esas noches que parecen infinitas y paso mi tiempo libre escuchando música triste y leyendo novelas raras.
Sigo enamorándome de otras personas, sigo atrayendo a otras personas, sigo conociendo a otras personas.

Pero, ya saben, no se va del todo. A veces la música me habla de él o a veces lo sueño. Ya no tengo con quién hablar de esto porque para mis amigos está muerto. Y mi amor por él, para mí, está congelado, en pausa, en coma, al borde de un suicidio histérico y desesperado. Pero sigo bien, ¿Me entienden?

Es como ese miembro que sientes que pulsa incluso cuando sabes que te lo acaban de amputar.


(jajaja súper creepy mi analogía but you know what I mean)





He decidido, entonces, que soy muy joven para angustiarme así, de esta manera. Quiero decir, tengo tanto por hacer y tanto por vivir. Tanto por escribir, tanto por aprender y tanto por bailar...

Detenerme por coincidencias, -que así se inició el mundo, tbh, pero ni modos- es muy latoso.

Voy a dejar soltar lo que tenga que irse. Lo que no se vaya, es bienvenido. De alguna manera sé que puedo hacerle hueco en mi corazón -es muy grande- y podremos convivir todos juntos como fantasmas efímeros atados a una misma dimensión y línea temporal.


Esas cosas que no se van, hay que aprender a abrazar.





viernes, 2 de junio de 2017

No deslaves tus colores

Los colores del corazón, así como los del cuerpo, son casi imposibles de esconder.

Cuando era pequeña, recuerdo que solía preguntarme porqué la gente podía llegar al punto de odiarse a sí mismos. No lo entendía. Me parecía una distopía imposible de ser concebida. Las cosas que somos y que sentimos no se pueden cambiar, lo que nos gusta o preferimos pueden conducirnos a ser de una manera, pero vernos en la necesidad de avergonzarnos por las cosas que nos pasan iba más allá de mi imaginación.

Hasta que cumplí doce años y caí en cuenta de muchas cosas.

Por aquel entonces yo iba a un club deportivo a hacer deporte (? -se puede ir a esos lugares con otros motivos, tbh- y en una de mis clases, no me acuerdo bien si fue tae kwon do o ráquetbol, que conocí a un chico. LA VERDAD ES QUE NO ME ACUERDO DE SU NOMBRE, jajaja, pero sí recuerdo cómo fue.

Era hermano mediano de una amiga mía que era como tres años más grande que yo, así que coincidimos por la clase y por mi amiga. Nos llevamos muy bien y nos la pasábamos bien. Yo tenía doce años, a esa edad no se tienen muchas preocupaciones por enamorarse y ser correspondida en ninguna manera, además, yo iba en mi camino a darme cuenta de que veía la vida un poquito diferente, así que era normal que ni siquiera estuviera interesada en cosas de esa naturaleza. Pero se dio, en este caso y empecé a desarrollar sentimientos románticos por este amigo.

Disfrutaba estar con mi amiga, pero si sabía que su hermano iba a estar con nosotras también, me turbo emocionaba y sentía que todas las mariposas monarcas se habían mudado a mi frágil estómago. No pasó mucho tiempo para que aceptara la verdad y es que este tipo me gustaba muchísimo. Era divertido, inteligente y guapo. Me trataba bien, era un rival digno para llevar a cabo nuestros torneos de deportes y me sentía súper cómoda...

Hasta que un día abrí la boca para decir su nombre cuando mis amigas me preguntaron que quién me gustaba. Apenas fui sincera, todas ellas me miraron con cara de asco.



    -¡Guácala! ¿Te gusta *fulanito de tal*?- me preguntaron con sorpresa, con incredulidad, como si les estuviese diciendo que la tierra es cuadrada.
Su malestar me provocó cohibirme y aceptar mis sentimientos por él fue un poco en un tono más en voz baja.
Continuaron entonces con su desfile de todas las cosas feas que tenía este tipo. Se enfrascaron tanto en hacerme ver que el tipo no era merecedor de mi afecto que terminé sintiéndome mal, sintiéndome humillada por sentirme como me sentía.

Y diablos, voy a ser clara: Estaba hablando de un chico un año más grande que yo con un grupo de cuatro amigas heterosexuales de mi edad.

En ese momento tuve en claro que si eso, que era lo más "fácil" o más "común" que estaba experimentando, más allegado a ellas, no podían entenderlo, mi extraña fascinación con aquella chica de cabello hermoso y más encantadora elocuencia con quién compartí un verano haciendo travesuras en el mismo club deportivo, les iba a provocar arcadas.

Lo que yo sentía por él, por ella, por ellos, les daba asco a mis "amigas". Lo que yo era les daba asco.


A partir de entonces decidí guardarme todo para mí. No iba a compartir más cosas de esta naturaleza a menos que fuese cuestionada. A nadie más le iba a importar, no era asunto de nadie más, sólo mío. Me volví reservada, recelosa e insegura.

Temí que alguien más volviera a darse cuenta de lo que pudiera llegar a sentir por otra persona que no encontrara agradable y se volvieran a burlar de mí de esa manera.



Escribo esto desde mi punto de vista, lleno de privilegios, inseguridades y prejuicios. Me consta que no he pasado por la discriminación, la humillación y el dolor que muchos de mis amigos han tenido que soportar y vivir a lo largo de sus vidas.  Escribo esto con la intención de que a quién le llegue, pueda inspirarse un poco y pueda sentir que no es para siempre. Nada lo es. Ni siquiera lo malo, aunque a veces se sienta como que sí.

Soy privilegiada dentro de muchos aspectos. Soy una mujer cisgénero, no conozco de cara a cara la realidad de la guerra que han de vivir las mujeres y hombres transgénero, pero comparto mis brazos y mis piernas para marchar y pelear y doy mi vida para que ellos puedan vivir la suya.

La gente puede verme y asumirme como heterosexual, como ha pasado a lo largo de mi vida, y en este punto, nadie puede molestarme por no entrar en lo estereotipado o no cumplir los famosos "roles de género". Nadie sabría los colores de mi corazón de no ser porque yo los hago públicos.

Nadie podría matarme porque se me ve la homosexualidad en la ropa, se me marca en la piel, me brilla en los ojos.

Vivo entre privilegios, si vemos bajo microscopio y vista normal cada uno de los aspectos de mi vida.

Nunca me han negado un trabajo por ser lo que soy o por cómo me expreso. Nunca nadie me ha amenazado de muerte por sostenerle la mano a alguien de mi mismo género. Nunca nadie me ha dicho que me voy a ir al infierno por haber nacido como nací.

Nunca nadie me ha intentado arreglar, no he perdido amigos debido a lo que soy y de quién me enamoro.

¿Pongo incómoda a la gente?

Oh, sí, por supuesto.

¿Hago que la gente se cuestione cosas de sí mismas o de mí misma?

Oh, PERO POR SUPUESTO QUE SÍ.



¿Cuál es el punto de la expresión si no hay alguien que presencie ese espectáculo que sólo pocos tienen el privilegio de atestiguar?


Estoy consciente también del mucho peligro que conlleva muchas veces ser como se es. Porque te consideran "enfermo", te consideran "pervertido" y te consideran "asqueroso". Porque les vas a pegar al SIDA, porque los vas a violar, porque los vas a romper. Porque tienes que estar a gusto con el cuerpo con el que naciste, porque el fin del matrimonio es tener hijos, porque a huevo tienes que estar con alguien más.

Lo sé.

Sé la mucha sangre (de arcoiris) que se ha derramado a lo largo de las décadas y siglos y que llena nuestros océanos hoy en día. El sufrimiento, la humillación, el dolor y el odio.



Pero por eso escribo esto. Para pedirte que no deslaves tus colores. Para pedirte que no los escondas. Para pedirte que estés orgulloso.


Y para recordarte:

Vales la pena, mil y una veces. Hoy, ayer y siempre valdrás la pena.




Porque no eres "anormal", ni estás mal. Porque eres único y especial, y debes ser tratadx como tal.

Porque no estás solx y nunca lo vas a estar. Mientras estemos personas allá afuera dispuestas a recibir un balazo en la cara para que un niño no tenga miedo de tomarle la mano a otro niño o para que una niña no tenga miedo de decirle a sus padres que dejen de comprarle ropa "masculina" y le compren vestidos, nunca vas a estar solx.


Porque está bien no amar a nadie de manera romántica, porque está bien amar a un hombre o a una mujer o a alguien no-binario. Porque está bien expresar lo que sientes como mejor puedas y comprendas. Porque no ofendes a nadie al besarte con alguien de tu mismo género, o alguien de diferente religión. Porque no das asco por tomarte de la mano con alguien de otra raza, ni alguien con alguna discapacidad.


Porque incluso dentro de la misma comunidad LGTBQ+ te pueden excluir, pero eres QUEER ENOUGH, seas lo que seas, te identifiques con lo que te identifiques, ames a quién ames, te vistas como te vistas.

Porque tú perteneces a un lugar. Perteneces aquí, conmigo y con él, y con ella y con ellos y con todos, en este mundo. Porque tienes tanto derecho de estar aquí como lo tenemos todos.


Porque eres valiosx.


Porque siempre lo vas a ser.




No deslaves tus colores, porque en este mundo que con cada día que pasa se vuelve más oscuro, se necesita más de un color para que la luz brille.





(Si hay algo que shippeo más que a mí misma con helado y Crazy Ex Girlfriend, es a Marceline y la Dulce Princesa )



XOXO